Los desafíos en la transición del campo a la ciudad en China

 

Como millones de jóvenes chinos, He Yan dejó su casa en una aldea rural nada más terminar el colegio para buscar trabajo y mejores oportunidades en los centros urbanos del país. Siempre soñó con una vida próspera y animada en la ciudad de Wuxi, pero la realidad es que se sintió completamente sola.


“Todo el mundo está ocupado trabajando. Hay muy poca comunicación e interacción, incluso entre familiares y amigos. Estaba por primera vez en una ciudad, y estaba confundida”, afirmá Yan, de 24 años.


Para complicar aún más las cosas, pasaba largas jornadas en su primer trabajo, en una pequeña fábrica de ropa, y no cobraba un salario completo. “Era muy joven y no conocía mis derechos. Lo dejé a los tres meses sin ni siquiera reclamar mi sueldo”, recuerda.


China está siendo escenario del mayor movimiento migratorio de la historia de la humanidad. Más de 200 millones de personas de las zonas rurales, muchos jóvenes, han emigrado a centros urbanos donde en muchas ocasiones terminan aceptando trabajos para los que requieren poca o ninguna cualificación.


Con ello contribuyen al impresionante desarrollo económico que vive el gigante asiático y ayudan a reducir los niveles de pobreza. Pero muchos no están del todo preparados para la transición del campo a la ciudad y, como He Yan, al no conocer bien sus derechos termina siendo fácil que sean explotados.


Para asegurar que en la respuesta de China al masivo movimiento migratorio que está viviendo se respetan derechos y se centra en combatir la pobreza, el Fondo para el Logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (F-ODM) trabaja con el Gobierno para apoyar una batería de reformas políticas y nuevas legislaciones para mejorar los derechos de los migrantes y su acceso a mejores servicios sociales.


Unas 400.000 personas se han beneficiado hasta la fecha del programa del F-ODM de Juventud, Empleo y Migración, en el que colaboran nueve agencias de la ONU y entidades locales para ofrecer a los jóvenes migrantes cursos de entrenamiento y capacitación y tutorías de voluntarios, con el objetivo de facilitarles la adaptación a la vida urbana y aconsejarles para encontrar empleo y otros servicios.


Wang Cong, de 17 años, lleva desde el año pasado participando en una de las iniciativas del programa en una escuela vocacional de Cangzhou, al sur de Pekin, y nos cuenta que sus amigos que también emigraron también han encontrado difícil adaptarse a la ciudad, y que comparte con ellos lo que aprende en las clases. “Les recuerdo que tienen que tomar precauciones contra las redes de tráfico de mujeres y otros fraudes. Eso es muy impotante”.


“Mis amigos en otras escuelas están celosos. Vienen a mi casa después del colegio y me piden que les hable sobre los cursos de capacitación”, añade. “Y encima son muy divertidas y estamos aprendiendo un montón”.


Inicialmente visto con suspicacia por los administradores del colegio que temían que los alumnos se distrajeran con los cursos, han demostrado ser un buen método para motivarles a estudiar más y reducir los casos de abandono escolar. Ahora algunos profesores incluso han adaptado los métodos a su manera de enseñar, y se han expandido las clases a otros centros y se han incluido en el currículum académico.


El programa conjunto también ha establecido servicios para jóvenes y migrantes en los centros de salud comunitarios, un importante mecanismo para apoyar sus necesidades físicas y emocionales, y también ha establecido la primera plataforma en la web para el intercambio de información en asuntos relacionados con los jóvenes migrantes internos (www.youngmigrants.org).


Para He Yan, el entrenamiento le ayuda a defender sus propios derechos y los de los demás. Por eso apoya a otras chicas en la fábrica donde trabaja. Algunos jóvenes migrantes, asegura, se apresuran a meterse en relaciones sin medir las consecuencias. “Era demasiado tarde cuando quedaban embarazadas de forma inesperada. Es importante tener los conocimientos con anticipación”.


Yan dice sentirse contenta de poder ayudar a otras compañeras para que puedan defenderse por sí mismas cuando se violan sus derechos. “Si hubiera tenido antes los conocimientos que ahora tengo, al menos habría podido pelear para tener el salario que merecía en mis primeros trabajos”.



Share |