Granjeros chinos cambian cultivos para adaptarse al cambio climático
Durante décadas, Ma y otros agricultores de Jinyuan, una región del norte de China donde la pobreza castiga a sus habitantes, se dedicaron al cultivo de inmensas plantaciones de colza, con lo que el comienzo del verano estaba irremediablemente precedido de unos inmensos campos teñidos de un intenso color amarillo.
El clima en la región autónoma de Ningxia Hui era frío y húmedo, perfecto para la producción de plantas aceiteras como la colza. Pero en los últimos quince años se ha ido secando agresivamente y las temperaturas cada vez son más inestables. Como muchos otros granjeros, Ma se vio forzado a dejar de cultivar colza, porque ese tipo de cultivo no tolera las nuevas temperaturas.
Las implicaciones para los habitantes de Jinyuan son desalentadoras, en una región donde la mayoría de sus gentes viven de la agricultura y la ganadería y donde los ingresos medios per cápita son del orden de los 290 dólares por familia al año.
En 2007, un estudio nacional concluyó que el cambio climático, que se ha traducido en sequías severas en el norte de China y grandes inundaciones en el sur del país, tiene el potencial de tener un impacto en la producción de alimentos y en las fuentes de tierra y agua, así como la frecuencia y la magnitud de los fenómenos meteorológicos extremos.
Para ayudar a los agricultores chinos a afrontar estos cambios, el Fondo para el Logro de los Objetivos del Milenio (F-ODM) ha financiado iniciativas para enseñar nuevas técnicas agrícolas como parte de los esfuerzos de un programa conjunto que busca incluir el cambio climático entre las prioridades del gobierno y asegurar que las poblaciones más vulnerables pueden adaptarse a su impacto.
Para Ma, eso supuso aprender a cultivar otros tipos de plantaciones que responden mejor a las actuales temperaturas. Con otros diez agricultores, participó recientemente en una iniciativa para plantar simillas de colza de invierno en parte de sus campos. Un investigador local que ayudó a introducir la planta dijo que ahora tiene un 30 por ciento más de posibilidades de germinar. Además, después de extraer el aceite, los residuos se pueden vender como pasto para el ganado, haciendo el proceso más rentable.
Ma y sus colegas forman parte de un millar de agricultores y cientos de técnicos locales de la ribera del Río Amarillo que se han beneficiado del trabajo del programa conjunto para maximizar los cultivos y reducir las emisiones y los residuos, en un intento por preservar los recursos naturales y los ricos ecosistemas de la zona.
El programa conjunto “Marco de asociación sobre cambio climático en China”, una colaboración entre nueve agencias del sistema de Naciones Unidas y diez entidades gubernamentales en el marco de los esfuerzos para alcanzar las Metas del Milenio de lucha contra la pobreza, también ha ofrecido asesoría y apoyo para formular la nueva Ley de Energía Básica y el desarrollo de estrategias energéticas rurales.
También ha ayudado a reducir las emisiones de gases contaminantes y contribuido a entender las vulnerabilidades de China ante el problema del cambio climático a través de investigación pionera sobre el deshielo en los glaciares del Himalaya, los recursos hídricos de la cuenca del Río Amarillo y el crecimiento del nivel del mar en las provincias costeras.
Otras de las contribuciones del programa conjunto, que concluyó en septiembre de 2011, fueron aumentar la conciencia sobre el cambio climático en más de doscientas empresas, ofrecer cursos sobre negocios ecológicos en más de veinte universidades del país y producir estudios sobre asuntos como el biodiesel y la agricultura de conservación.