Técnicas de vanguardia para preservar tradiciones milenarias en Camboya

 

Los tejidos artesanales, una tradicional pasada de generación en generación en las comunidades indígenas de Camboya, están siendo actualizados a través de un programa del Fondo para el Logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (F-ODM) para mejorar las condiciones de vida de los más necesitados de esta pequeña nación del sudeste asiático.


Desde 2009, unos 800 indígenas de diferentes provincias del país han aprendido nuevas técnicas empresariales, desde marketing y programas de control de calidad hasta cálculo de costes, para vender más productos textiles e incrementar así los ingresos familiares.


Planh Proleav, una mujer de 27 años de la comunidad de los Kroeung, que viven en la provincia nororiental de Ratanakiri, descubrieron que estas nuevas técnicas ayudaron a impulsar el negocio. “Nos alegra que haya más gente interesada en nuetros productos. Así podemos aumentar los ingresos para comprar comida, alimentos y los libros que necesitan nuestros hijos para aprender”, asegura Planh, una de las 195 personas de su comunidad que ha recibido el entrenamiento. Al igual que muchas otras personas de las zonas rurales de Camboya, Planh, usa sus tejidos artesanales para complementar los ingresos familiares obtenidos a través de la granja, que por regla general suelen ser insuficientes.


La iniciativa es parte del Programa Conjunto de apoyo a las Industrias Creativas (CISP), una alianza entre diferentes agencias de Naciones Unidas y organizaciones locales que apoyan a los artesanos indígenas de la comunidad Khmer en el norte y el este de Camboya.


En Ratanakiri, las ventas de artesanías se han incrementado un 18 por ciento entre octubre de 2010 y marzo de 2011, según datos de la organización Cambodian Non-Timber Forest Product Development Organization (CANDO), que ofrece entrenamiento y ayuda a los artesanos para abrirse hueco en nuevos mercados para sus productos. “Antes no entendían cómo funcionaba el Mercado, pero ahora saber fijar el precio de sus productos, afirma Heng Socheath, de la citada organización.


Artesanos como Proleav tejen artesanías para vendérselas después a CANDO, que a su vez subcontrata a otras personas, en su mayoría mujeres y personas con discapacidad- para que hagan los acabados finales. Desde fundas para ordenadores portátiles y ‘notebooks’ hasta bolsas para ir a la compra o monederos que terminan vendiéndose en los puntos turísticos de la capital, Phnom Penhm, incluida una tienda establecida con el apoyo del programa conjunto de la ONU.


Las comunidades indígenas de Camboya son las más afectadas por la pobreza, viven en zonas remotas del país, en muchas ocasiones de difícil acceso, y que sufren múltiples desventajas frente a otros grupos, desde problemas de salud y falta de educación hasta inseguridad alimentaria. Casi uno de cada cuatro niños de Ratanakiri mueren antes de cumplir los cinco años, y tres cuartas partes de la población son analfabetos.


Programas como el CISP, que empoderan a los más marginados para que mejoren sus medios de subsistencia, son una parte esencial del trabajo que está haciendo el F-ODM para ayudar al país a alcanzar los Objetivos del Milenio, y uno de los focos de atención del programa conjunto es mejorar la vida de las mujeres, que siguen siendo las más desfavorecidas.


El CISP ha permitido a mujeres como Planh Proleav tener una mayor independencia respecto a sus maridos. “A diferencia del pasado, cuando la mayoría de las mujeres dependían de sus esposos, ahora muchas de ellas son capaces de ganar su propio dinero para sostener a sus familias”, afirmó Heang Sarim, presidente de CANDO.


Además de mejorar los ingresos de las comunidades indígenas, el programa conjunto financiado por el F-ODM ayuda a preservar la herencia cultural de varios grupos étnicos de Camboya, que están amenazados ante el hecho de que las nuevas generaciones prefieren utilizar ropa más moderna, así como sus formas de entretenimiento e incluso el idioma.


“Muchas comunidades indígenas ya han abandonado la tradición de tejer”, se lamenta Sarim. “No podían encontrar mercados donde vender sus artesanías y no contaban con el apoyo necesario para mejorar la calidad de sus productos”, añade.


Los objetivos del Programa Conjunto, en el que están involucrados cuatro agencias de la ONU y el Gobierno central y organizaciones locales, son rescatar las tradiciones culturales del país y crear nuevos empleos, impulsar el crecimiento económico y reducir la pobreza a través del desarrollo de la industrias creativas de país.



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