Una respuesta comunitaria al desafío del agua en la aldea San Rafael

 

San Rafael Sacatepéquez, una de las diez aldeas que forman el municipio de San Antonio Sacatepéquez, a unos 250 kilómetros al oeste de la capital de Guatemala, es un buen ejemplo para hablar de los desafíos en materia de agua y saneamiento que afronta un país en el que más del 40 por ciento de la población de las zonas rurales carece de servicio de agua domiciliaria y en el que muchos de los que sí tienen acceso al preciado líquido lo tienen sin cumplir las normas mínimas de saneamiento.


Lo sabe muy bien una de las socias del comité de mantenimiento del proyecto de agua en la aldea, Juan Carmona, que recuerda como si fuera ayer las penurias que tenían que pasar para abastecerse de agua antes de que se aprobara la perforación de un pozo allá por el 2004. “¡Ay como costaba!”, cuenta Juana, quien por un momento echa la vista atrás y rememora las largas caminatas que tenían que hacer a diario para abastecerse de agua en el río.


Tres kilómetros separan San Rafael Sacatapéquez del río Naranjo, la fuente de agua más cercana a la aldea. Tres kilómetros que Juana y sus vecinas tenían que salir a recorrer a diario con sus hijos para llegar al río cuanto antes para situarse lo más cerca posible de la corriente de agua, lo que les obligaba en muchas ocasiones a salir en la madrugada, con los peligros que conllevaba andar en plena noche.


Por no hablar de los múltiples riesgos para la salud relacionados con el consumo de agua muchas veces contaminada, ya sea por factores ambientales o humanos, que se cebaba con especial saña entre los más vulnerables de la comunidad, los niños, que contraían todo tipo de enfermedades gastrointestinales, fundamentalmente diarrea, amebiasis y disentería, y que desarrollaban también problemas de piel.


Tras años sin encontrar una solución, vino por fin una inversión inicial de 340.000 quetzales (casi 44.000 dólares) a mediados del año 2004 para un proyecto de agua que hoy cuenta con 465 tomas de agua en manos de 328 hombres y 132 mujeres, y otras cinco tomas comunitarias repartidas por la aldea, todo gestionado a través de una Asamblea Comunitaria integrada por los vecinos donde discuten los problemas, se identifican las soluciones y se toman las decisiones de trascendencia.


Si por algo está siendo exitosa la iniciativa, respaldada por el Fondo para el Logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (F-ODM), es porque todos los miembros de la comunidad están implicados en el proyecto, logrando así sentirse protagonistas de la solución a un problema común. Unos se encargan de supervisar las letrinas, otros de verificar las zanjas, o comprar la gasolina para la bomba de agua, otros de la lectura de los contadores y otros asumen tareas administrativas.


Como en todo proyecto comunitario que se precie, los socios se benefician de un servicio y adquieren derechos, pero también asumen obligaciones y responsabilidades, y los responsables del programa trabajan para crear una nueva cultura basada en el buen uso del agua, con el establecimiento de un límite máximo de consumo permitido al mes de 12 metros cúbicos por familia, así como un sistema de multas para aquellos que no están al día con sus facturas.


Los resultados obtenidos hasta la fecha son múltiples y de lo más variados. Quizá el más evidente es el abastecimiento permanente de agua a las familias de la aldea y una disminución considerable de las enfermedades gastrointestinales, pero también se ha logrado fortalecer la cultura organizacional en la comunidad y crear una mayor conciencia ambiental.


Destaca también el rol protagónico que han asumido las mujeres de la comunidad en los procesos de auditoría social y transparencia del proyecto del agua, contribuyendo de esta forma a los esfuerzos que se están haciendo para a la consecución del tercer Objetivo de Desarrollo del Milenio, que se propone promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.


El F-ODM financia en la actualidad cinco programas conjuntos en Guatemala, con los que busca apoyar a las autoridades locales en sus esfuerzos por cumplir los Objetivos del Milenio. Iniciativas como la de la Aldea San Rafael se enmarcan en la ventana temática de Gobernanza Económica Democrática y el ODM 7 sobre la sostenibilidad del medio ambiente, que se propone en 2015 reducir a la mitad las personas sin acceso a agua potable y servicios básicos de saneamiento.


Cinco agencias de la ONU aportan su granito de arena al programa, la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), que colaboran con la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia o la Mancomunidad de Municipios de la Cuenca del Río Naranjo.

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