La identidad palestina busca su espacio sobre dos escenarios

 

Mientras los líderes palestinos se preparaban en Cisjordania para presentar este mes de septiembre su solicitud de admisión como Estado miembro de Naciones Unidas en la Asamblea General, la joven Mariam Abu Khaled se preparaba para otro drama muy diferente.


En el campo de refugiados de Jenin, una de las zonas más aisladas y desfavorecidas de Cisjordania, Mariam y otros cuatro jóvenes actores se preparaban para el estreno de “Esperando a Godot”, su proyecto final antes de graduarse en la escuela de interpretación del Teatro de la Libertad.


“Sobre el escenario uno es libre de hacer lo que quiera”, asegura Mariam, de 20 años, que vivió la mayor parte de su adolescencia en los años posteriores a la Segunda Intifada palestina en contra de la ocupación de Israel.


Aquel levantamiento trajo consigo violencia generalizada, restricciones de movimiento y un sentimiento de frustración y desesperanza, especialmente entre los jóvenes. No sólo destrozó la vida cultural palestina, sino que la sociedad palestina en su conjunto, siempre escéptica sobre la participación de las jóvenes en el teatro, fue siendo cada vez más conservadora.


“Todo el mundo intentaba convencerme de que el teatro no era cosa de mujeres”, afirma , por su parte, Batool Taleb, otra estudiante de la escuela del Teatro de la Libertad de Jenin, cuya familia primero le prohibió que fuera al teatro o que incluso entrara al campo de refugiados, por lo que tenía que salir a hurtadillas de casa para ir a los ensayos.


“Mi sueño desde que era niña será convertirme en una actriz de éxito, así que cuando oí por primera vez que se abría la primera escuela de interpretación palestina en Jenin no dudé un instante en apuntarme a las clases”, añade Batool.


Inaugurada en 2006, la misión central del Teatro de la Libertad es ofrecer a los jóvenes palestinos que viven bajo la ocupación una válvula de escape creativa para explorar sus emociones, y un mecanismo para usar el arte y la cultura “para desarrollar herramientas, confianza y autoestima que les ayude a afrontar los retos que tiene por delante para tomar las riendas de su propio destino”.


Rabe’a Turkman, otro estudiante de interpretación de la localidad de Qabatiya, asegura que entiende el teatro como una ponderosa forma de resistencia. “Luché durante la Segunda Intifada y los israelíes me buscaban por ello. Cuando terminó la Intifada firmé un acuerdo de amnistía y me uní a la escuela de interpretación para seguir difundiendo mi mensaje de resistencia a través del arte y la cultura”.


Además de las clases de actuación, el Teatro de la Libertad ofrece una amplia gama de actividades culturales y artísticas para los niños, adolescentes y jóvenes, desde fotografía y clases de cine.


La reciente producción de “Esperando a Godot”, una alegoría sobre la búsqueda de la amistad y la solidaridad, se escogió para ayudar a los estudiantes a sobreponerse al dolor por la muerte la pasada primavera del fundador y director artístico del teatro, Juliano Mer Khamis.


La obra ha sido producida con el apoyo del Fondo para el Logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (F-ODM), como parte para impulsar la economía en los territorios palestinos ocupados a través del desarrollo cultural y el empoderamiento de las mujeres.


Mariam asegura que la beca del F-ODM ayudó a dar esperanza al Teatro de la Libertad tras la muerte de Mer Khamis, y permitió al grupo trasladarse temporalmente a un lugar más seguro para los ensayos. “Mucha gente se puso en contacto con notros tras la muerte de Juliano, para decirnos que teníamos que ser fuertes, que teníamos que seguir adelante, y Naciones Unidas nos ayudó a continuar con nuestro sueño”.


Para Miriam y Batool, cuya promoción es la primera que se gradúa del curso de tres años de teatro, el escenario les ha dado la plataforma que necesitaban para probar nuevas cosas, para darse a conocer, y sobre todo, para que sean escuchadas.


“El arte tiene el poder de hacer que las chicas se sientan mejor”, asegura Miriam, quien subraya que le ayuda a tomar riesgos y hacer frente al status quo que perpetúa el punto muerto en que se encuentra la política palestina y que limita los derechos de las mujeres y la equidad.


Su amiga Batool coincide con ella. “Hoy en día tengo dos retos: liberarme a mi misma como palestina de la ocupación israelí y liberarme como mujer en la sociedad”.


El programa conjunto “Cultura y Desarrollo en los Territorios Palestinos Ocupados”, impulsa el desarrollo de actividades culturales como manera de mejorar el bienestar y la cohesión social. De esta forma, busca ayudar a alcanzar los Objetivos del Milenio de reducir la pobreza, empoderar a las mujeres, y aumentar la igualdad de género y la sostenibilidad ambiental.


El programa es una colaboración entre cuatro agencias de Naciones Unidas (UNESCO, ONU Mujeres, PNUD y la FAO), las instituciones palestinas, autoridades locales, y organizaciones comunitarias de la sociedad civil

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