“Aprendemos muchas cosas y nos enseñan a querernos”

 

Las estadísticas oficiales hablan de 53 millones de trabajadores domésticos repartidos por el mundo, el 1,7 por ciento del empleo mundial. De ellos, el 83 por ciento son mujeres y más de once millones niñas y niños de entre cinco y diecisiete años. Sin embargo la clandestinidad en la que se mueven esconde otra realidad: los expertos calculan que superan los cien millones de empleados domésticos en el mundo.

El Fondo para el Logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (F-ODM) impulsa desde hace tiempo iniciativas en distintos países de América Latina para mejorar las condiciones de vida de un colectivo vulnerable que lucha hace décadas por obtener condiciones laborales dignas, salarios acordes a la realidad de los tiempos en que vivimos y acceso a determinados derechos como la salud o la educación.

“Ahora ya podemos pensar que no toda la vida seremos sólo empleadas domésticas y que algún día podremos llegar a ser profesionales”. Con estas palabras resume Verónica Godoy, una joven paraguaya que trabaja en el servicio doméstico, su experiencia en una de las iniciativas que ha puesto en marcha el programa conjunto “Oportunidades”, uno de los dos que financia en Paraguay el F-ODM.

A sus 17 años, Verónica es la menor de un grupo de 130 mujeres que lleva meses participando en el Programa Educación Básica para Trabajadoras Domésticas Remuneradas, gracias al cual a través de cinco módulos formativos adaptados a sus necesidades puedan cursar las clases que necesitan para obtener en siete meses el título de educación básica, en siete centros repartidos por el país.

Según datos oficiales, apenas dos tercios de las trabajadoras domésticas de Paraguay acaban sexto de primaria, ya que muchas se ven obligadas a abandonar anticipadamente la escuela, víctimas de una doble discriminación por su condición de mujer y porque gozan de un régimen laboral desventajoso en relación a otros trabajos, con peor salario, jornadas más largas y ausencia de beneficios sociales.

“Aprendemos muchas cosas y nos enseñan a querernos”, asegura otra de las participantes, Priscila Zacarías, sobre un proyecto que fortalece su autoestima. “Nos hacen sentir importantes porque para nosotras es un lujo terminar sexto curso y seguir trabajando”, añade la joven, mientras su compañera, Tomasa Pereira, celebra que con el título de formación tendrán acceso a más oportunidades laborales.

A través de la Secretaria de la Mujer y con el apoyo de la OIT, el programa también financia jornadas de capacitación sobre derechos laborales de las que se han beneficiado unas setecientas trabajadoras que han podido así saber qué hacer ante despidos injustificados o cómo reclamar su aguinaldo, a identificar y actuar ante casos de violencia intrafamiliar, una lacra muy extendida en Paraguay.

Un grupo de mujeres paraguayas se unió a otras trabajadoras de Brasil y otros países de América Latina para asistir a la Conferencia de la OIT en la que se aprobó el Convenio sobre Trabajadoras y Trabajadores Domésticos, que estipula que deben tener los mismos derechos que otros empleados, incluyendo horarios, descanso semanal de al menos 24 horas consecutivas y límites a los pagos en especie.

Una de las voces más activas durante la cita de la OIT en Ginebra, en junio pasado, fue la brasileña Creuza Maria Oliveira, presidenta de la Federación Nacional de Trabajadoras del Hogar, quien al hablar de la situación de ese colectivo denuncia una realidad lacerante: el racismo y el sexismo que impera en un país donde el trabajo doméstico lo realiza una mayoría femenina y de raza negra.

En 2009 se contabilizaron 7,2 millones de empleadas en el sector, el 17 por ciento del total del empleo de las mujeres y el 20 por ciento de la ocupación de las mujeres negras. Además, las estadísticas oficiales pone al descubierto la precariedad en la que se ven obligadas a moverse: poco más de una cuarta parte habían firmado un contrato de trabajo que garantizase sus derechos laborales.

En los últimos años han ido ganando espacios, como salario mínimo y descanso semanal remunerado, aunque persiste la desigualdad jurídica y social y el incumplimiento de los derechos laborales, según consta en un estudio de la OIT y el Gobierno brasileño, con el apoyo del Programa Interagencial de Promoción para la Igualdad de Género, Raza y Etnia, uno de los tres que financia el F-ODM en Brasil.

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