Garantizando que los beneficios de la sanidad y el bienestar llegan a los más necesitados

 

¿Cómo podemos garantizar que los ciudadanos del mundo más pobres y marginados están incluidos en los esfuerzos globales que se están haciendo para obtener mejor sanidad, educación y estándares de vida?. Expertos en desarrollo buscan respuestas a esta interrogante en un encuentro de alto nivel que se celebra esta semana en Londres para encontrar nuevas estrategias para abordar la creciente inequidad social en el mundo.


Convocados por el Fondo para el Logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (F-ODM) y el Instituto de Estudios del Desarrollo, de la Universidad de Sussex, el objetivo de las mesas de trabajo es identificar políticas públicas concretas que sitúen la equidad y la justicia social en el centro de la agenda política de los gobiernos nacionales y de la comunidad internacional como una de sus prioridades.


“Los alentadores niveles de progreso que estamos viendo en la lucha para reducir la pobreza e incrementar el bienestar esconden otra realidad, y es que se están quedando atrás los más desfavorecidos “, afirmó la directora ejecutiva del F-ODM, Sophie de Caen.


“La única manera de preservar los avances que se han hecho en torno a los Objetivos de Desarrollo del Milenio es asegurarnos de que nuestros esfuerzos se enfocan en la equidad, para garantizar que todos, incluso los más necesitados comparten los beneficios del desarrollo en igualdad de condiciones”, añadió.


La cita de Londres surge de las conclusiones incluidas en el informe “¿Pueden los ODM proporcionar un sendero a la justicia social?: El reto de las desigualdades que se entrecruzan”, elaborado de forma conjunta por IDS-Sussex y el F-ODM, cuya publicación coincidió con la revisión de los esfuerzos para alcanzar los Objetivos del Milenio que hizo Naciones Unidas en septiembre de 2010.


El estudio encontró que en el Sudeste Asiático, el África Subsahariana y América Latina se le está dando la espalda a parte de la población de forma sistemática, a veces por motivos de su raza, etnia, religión, género o situación geográfica.


Por ejemplo, la región de Asia-Pacífico en su conjunto está en camino de alcanzar el ODM de reducir a la mitad el número de personas que viven en situación de pobreza extrema para 2015, especialmente por los esfuerzos que se están haciendo en China, un país en el que sin embargo sus minorías étnicas concentradas en la parte occidental de su vasto territorio están en clara desventaja.


Esas minorías representan el 8,4 por ciento de la población, pero son el 46 por ciento de los afectados por la pobreza extrema, mientras que en Vietnam, el 45 por ciento de los minorías étnicas no han completado ningún nivel de educación, en comparación con el 22 por ciento de la población dominante de etnia mayoritaria de los Kinh.


El África Subsahariana tiene los mayores niveles de mortalidad infantiles en el mundo, y mientras la región ha obtenido algunas mejoras en la última década, las desigualdades étnicas en los niveles de mortalidad entre los menores se han disparado. En Níger, por ejemplo, la mortalidad infantil entre los menores de cinco años de la etnia Djerma afectaba a 242 de cada 1.000 menores, frente a los 353 de cada 1.000 menores en el resto del país.


Históricamente, América Latina ha sido una de las regiones más desiguales del planeta. En Ecuador, los índices de mortalidad materno-infantil en 2003 se situaban en el 74,3 de cada 100.000 nacimientos vivos, aunque en las minorías indígenas de las zonas remotas del país afectaban a 250 de cada 100.000 nacimientos vivos.


La cita de Londres impulsada por el F-ODM busca ayudar a establecer estrategias para hacer frente a estas inequidades a partir de diferentes alternativas:

  • Promover legislaciones contra la discrimación y medidas de acción afirmativa;
  • Cambiar actitudes y percepciones sociales sobre grupos marginados a través de información y comunicación;
  • Reforzar las capacidades de los grupos excluidos de influir y participar en las tomas de decisiones sobre asuntos que les afectan;
  • Aumentar los recursos económicos para los más necesitados a través de nuevas regulaciones de empleo y de derechos de tierra e invertir en sectores donde son más activos;
  • Invertir en infraestructuras y servicios sociales para conectar a los más excluidos con el resto de la sociedad.

  • “Cuando se combinan injusticias basadas en las diferencias culturales, políticas, económicas o geográficas de los pueblos, puede resultar muy difícil hacerles frente”, afirmo De Caen. “Pero sólo seremos exitosos en afrontar las causas de raíz que están detrás de la inestabilidad y la inseguridad si somos capaces de cambiar las políticas públicas y la manera de pensar que fomentan la existencia de estas desigualdades”, concluyó.



    Haga clic aquí para leer el informe completo.




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