Alimentos enlatados para una mejor nutrición en Afganistán

 

Afganistán cuenta con una de las tasas de mortalidad infantil y materna más altas del mundo. El 25% de los niños muere antes de los 5 años y más de la mitad tienen problemas de crecimiento. Todos los días mueren 50 mujeres debido a complicaciones relacionadas con el embarazo.

Tras estos alarmantes datos se esconde una malnutrición generalizada causada por la crónica inseguridad alimentaria, el acceso inadecuado a servicios sanitarios de calidad y prácticas alimentarias y de cuidados infantiles inapropiadas.

Zia Gul es madre de cinco hijos y vive en Dehpora, una aldea en el noreste del país, una de las regiones más pobres del planeta. La miseria aquí forma parte misma del paisaje, como las montañas que rodean esta provincia remota.

“Nuestra vida no es buena”, dice Zia, cuyo esposo trabaja como labrador para poder mantener  a las 11 personas que componen el hogar. “Vivimos día a día. Siempre pensaba si se podía salir de la pobreza o no. Preguntaba a otros y nunca encontré una respuesta satisfactoria”.

Empoderar a las mujeres a través de la producción de alimentos

Pero el año pasado Zia se enteró de un curso de agricultura y procesado de alimentos que se iba a impartir en su aldea por medio de un programa del F-ODM dirigido a reducir la malnutrición en Afganistán.

“Su objetivo era empoderar a las mujeres y ampliar sus conocimientos básicos de salud y buena nutrición. Además, tenían previsto enseñarnos cómo procesar las verduras y frutas”, dice Zia, a la que su marido animó a participar.

La mala nutrición y falta de variedad en los alimentos son una amenaza a la capacidad de los niños para recuperarse de infecciones y enfermedades. La malnutrición también ralentiza el desarrollo mental y físico del niño y limita la capacidad de los padres de generar ingresos estables que permitan mantener a sus familias.

“La malnutrición generalizada [aquí] se debe a la falta de variedad alimentaria, los escasos conocimientos sobre alimentación y los bajos ingresos”, explica la Sra. Sediga, una representante local del Consejo de Desarrollo Comunitario. “La mayoría de las mujeres no conocen las necesidades nutricionales de sus hijos. Hicimos una encuesta…y llegamos a la conclusión de que la mala alimentación de los niños se debía a la falta de conocimientos de sus madres”.

Encurtidos y enlatados para aumentar los ingresos y mejorar las dietas

El Programa Conjunto financiado por el F-ODM trabaja para reducir la malnutrición entre niños menores de 5 años y madres embarazadas y lactantes a través de diversos proyectos en cinco provincias del centro y norte de Afganistán. Los proyectos tienen por objetivo, entre otros, aumentar la producción agrícola, exponer a niños y adultos los beneficios de dietas nutritivas, enseñar técnicas de procesado de alimentos e impulsar su producción doméstica como vía para mejorar la seguridad alimentaria y generar ingresos adicionales.

El grupo de Zia aprendió a hacer pasta de tomate, encurtidos y mermelada, y a secar tomates y papas. El procesado de los alimentos mejora la seguridad alimentaria de los hogares porque ofrece a las familias acceso periódico a una variedad de productos ricos en minerales y vitaminas. Minimiza lo que se desperdicia después de las cosechas y facilita la comercialización de los productos, lo que permite que las mujeres puedan ganar dinero con su venta.

“Después de recibir formación en esta área preparé 27 tarros de pasta de tomate, 18 de mermelada y 43 de encurtidos”, dice Zia. “De todos ellos vendí cuatro tarros de pasta de tomate. También intercambié cinco tarros de mermelada y dos de tomate por madera. El resto los consumimos en casa, y sigo procesando alimentos para ayudar a la economía familiar”.

El F-ODM ha establecido Centros de Información y Formación para el Procesado en todas las áreas programáticas, donde las mujeres reciben mensualmente cursos de maestros seleccionados por entidades locales como cooperativas de mujeres o los propios Consejos de Desarrollo Comunitario.

Uno de los factores clave han sido los proyectos de propiedad comunitaria, que han impartido formación sobre procesado de alimentos a 1.200 mujeres y realizado demostraciones a 2.200 personas sobre el uso de secadores solares para conservar frutas y verduras. Además, los proyectos han ayudado a las mujeres a crear cooperativas de producción y les han enseñado técnicas empresariales para facilitar su comercialización. 

Khairunessa, una madre de siete hijos y residente en Kabul, se unió a una de esas cooperativas y ha utilizado los ingresos adicionales obtenidos de la vente de alimentos procesados para comprar carne y fruta, dice, lo que ha enriquecido mucho la dieta familiar. Además, ha podido pagar las tasas escolares de sus hijos.

“Desde que entré en la coope se han unido otras 15 mujeres de mi barrio, y nos apoyamos entre todas poniendo dinero en común para comprar materias primas y suministros”.

Trabajar en común para servir a las comunidades marginadas

Alrededor de 400.000 niños menores de 5 años, 120.000 menores de 2 y 130.000 mujeres embarazadas o lactantes se han visto directamente beneficiados por el programa “Alimentemos Juntos a los Niños de Afganistán”, una iniciativa conjunta de cinco agencias de la ONU (FAO, UNICEF, OMS, PMA, ONUDI) y el Gobierno de Afganistán junto con colectivos locales y comunitarios. Dos millones de personas se han beneficiado indirectamente.

El programa se basa en la misión del F-ODM, consistente en ayudar a los países a alcanzar sus Objetivos de Desarrollo del Milenio y asegurar que los avances en su desarrollo se producen de manera equitativa y llegan hasta las poblaciones más marginadas y excluidas.

La selección de los distritos en los que actúa el programa conjunto –dos en cada provincia de Badakhshán, Nangahar, Daikundi, Bamiyán y Kabul– se debió a la escasez de servicios y al alto grado de inseguridad alimentaria que sufren sus residentes.

 

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