El valor de la palabra

 

Detrás de una hermosa sonrisa, cuántos recuerdos guardó  Clotilde durante demasiados años.

Una tarde de verano cualquiera, llena de brillo solar pero con la helada brisa que siempre refresca las tardes de los Andes peruanos. Una tarde distinta en la que al sonido del viento, lo único que rompía el silencio al que estaban acostumbrados los pobladores de la comunidad de San Luis, se fue uniendo de a poco la suave música de las cuerdas de un charango.

La sombra amable de un viejo árbol de olivo invitaba a ser parte de algo muy especial que estaba a punto de suceder en esa comunidad. Pasos tímidos de jóvenes mujeres que se unieron al caminar lento y sereno de las ancianas y ancianos del pueblo, contrastando con la desbordante curiosidad de los pasos llenos de algarabía y rapidez de los niños y niñas que llegaban al lugar.

Los cánticos en el idioma nativo y la música local fueron aliciente suficientes para que la gente se sentara a escuchar tan hermosa y conocida música. Era Raúl, un joven andino vestido con atuendo típico de la localidad, pero a quien nunca habían visto antes. No tardaron en acompañarlo y cantar junto con él, en intensos momentos de recuerdos compartidos a través del canto.

“He venido a compartir con ustedes historias de mi pueblo y de mi comunidad”, arrancó el joven Raúl, que poco a poco se fue ganando la confianza de grandes y pequeños, hasta un punto en que todos quisieron contar sus historias, algunos cantaban y otros contaban y los demás escuchaban atentamente. Hasta que tomó la palabra Clotilde, la líder del pueblo.

Mujer de sonrisa traviesa, una sonrisa que se fue diluyendo conforme contaba su historia dejando traslucir el profundo dolor que anidaba en su interior. Clotilde había vivido en carne propia la violencia del terrorismo, ella y su familia fueron golpeados, maltratados, Clotilde vio morir amigos y familiares. Cada palabra que pronunciaba reflejaba las heridas que aún tenía en su corazón.

Esa tarde de intercambios y confesiones se realizó en el marco de las iniciativas de uno de los programas conjuntos que financió en Perú el Fondo para el Logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (F-ODM), a través de una técnica, la narración oral, que permite un auténtico aprendizaje mutuo y en algunos casos, como en el de Clotilde, liberar los miedos y fantasmas del pasado.

La vida está detrás de cada historia, la historia detrás de cada palabra, las vivencias que se comparten en un momento de encuentro, son espacios privilegiados de comunicación verdadera, donde no solo se genera un discurso, sino que se establece un vínculo entre el que narra y el que escucha y que permite un intercambio legítimo de experiencias y sentimientos.

La narración oral tiene la capacidad de otorgar signos de identidad a las personas a partir de la valoración de su propia historia, favoreciendo la transmisión de valores culturales y saberes locales, recuperando la memoria colectiva, revalorando espacios de aprendizaje, encuentro, conversación entre las familias y las comunidades.

A partir de la narración oral se fortalece la autoestima en el participante, quien debe vencer inseguridades y temores para desplegar y fortalecer sus propias habilidades de expresión, recuerdo, imaginación o confianza en uno mismo, mientras que se optimizan capacidades en los oyentes, como la escucha, la reflexión, la atención, la afectividad, la asociación o la imaginación.

Hábitos saludables

Los responsables del programa de Infancia, Nutrición y Seguridad Alimentaria se propusieron hacer sostenible el uso de esta metodología como herramienta para promover el diálogo intercultural en la comunidad y de paso acercar a las familias y los servidores públicos de salud, para transmitir valores como la importancia de una buena alimentación o la higiene, en la búsqueda de una vida saludable.

El programa conjunto forma parte de los esfuerzos que está haciendo el F-ODM para luchar contra las desigualdades alrededor del mundo ayudando a los diferentes gobiernos a alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), como en el caso de Perú, uno de los países con mayores desigualdades de América Latina.

Cinco agencias del sistema de Naciones Unidas (Unicef, OMS, UNODC, PMA y la FAO) colaboraron en este programa conjunto, del que se han beneficiado ya 4.661 familias, y que apoya los esfuerzos del Gobierno peruano para mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición en cuatro de las regiones más pobres del país acelerando la implementación de la estrategia nacional “Crecer”.

 

 

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