Las recicladoras de Orellana, un ejemplo de dignidad
“No me gusta rendirme. Vamos a demostrarles que sí vamos a poder. Sí saldremos adelante”. La historia que nos cuenta Digna Valencia es, como su propio nombre, digna de ser compartida. Una historia de superación personal y esfuerzo colectivo, un ejemplo de vida entre quienes luchan a diario por salir de la pobreza que campa a sus anchas en algunas zonas de Ecuador. Una historia, la de Digna, la de Palmira o la de Doña Vitalia, que hoy no se entendería sin la Asociación de Recicladores de Orellana.
Cuando hace ya más de tres décadas se lanzaron por primera vez a las calles de Puerto Francisco de Orellana, un municipio de 45.000 habitantes a 300 kilómetros de Quito, en busca de basura, los vecinos las miraban con desprecio. “La gente nos ignoraba. Era el peor trabajo”, rememora Digna cuando le preguntan por sus comienzos junto a otras cinco mujeres sin trabajo que vieron en el reciclaje una oportunidad para seguir sacando adelante a sus familias.
“Entonces no contábamos con mucho apoyo y la gente decía ‘Se van a agotar. No saldrán adelante’”. Lo cierto es que los rigores de tener que adentrarse en los vertederos y escarbar entre montañas de basura sin ganar un sucre no eran para cualquiera. “Ahora estamos en la gloria, pero cuando trabajábamos dentro (del vertedero) era bastante duro. Cuando recién comenzamos había bastantes mujeres que no aguantaron. Quedamos pocas”, reconoce Digna Valencia.
El proyecto fue creciendo y unos años más tarde surgió la idea de montar una microempresa, de dotarse de personería jurídica, y así fue como en 1998 nació la Asociación de Recicladores de Orellana (ARO), una iniciativa que pronto despertó el interés de las autoridades municipales y que hoy, 13 años más tarde, tiene 19 socios y 6 trabajadores, que renuevan cada cuatro años un convenio de recolección de desechos con el Municipio de Orellana.
Según datos del Consorcio de Municipios Amazónicos y Galápagos, Orellana produce a diario unas 34 toneladas de residuos, de los cuales algo más de cinco toneladas son reciclables, fundamentalmente papel, cartón, plástico y metales. En la actualidad la asociación ARO recicla casi el 80 por ciento de los desechos de metal, el 40 por ciento del papel y el cartón, y casi un tercio del plástico, que después se venden a empresas locales.
Una de las últimas iniciativas impulsadas por ARO es el Proyecto de Recolección Selectiva de Desechos Sólidos, del Programa para la Conservación y Manejo Sostenible del Patrimonio Natural y Cultural de la Reserva de Biósfera del Yasuní. “El trabajo que realizábamos se profundizó porque antes hacíamos la recolección pero la gente no tenía conciencia de separar la basura, de clasificarla. Así pudimos llegar hasta la gente, decirles que hay que reciclar y cómo hacerlo”, cuenta su coordinadora, Palmira Mina.
Los resultados obtenidos desde el lanzamiento de la campaña en octubre de 2010 hablan por sí mismos. “Antes reciclábamos de 7 a 8 toneladas mensuales de cartón. Ahora estamos reciclando alrededor de 18 a 20 toneladas de cartón y también el plástico ha aumentado casi en un 75 por ciento”, explica orgullosa Palmira de este proyecto de comunicación, impulsado por el Fondo para el Logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (F-ODM).
La idea es conseguir un manejo adecuado de los desechos sólidos del municipio de Orellana a través de campañas de concienciación ciudadana en los medios de comunicación y de visitas a las casas “puerta a puerta” para explicar a los vecinos buenas costumbres para reciclar la basura. “Con la recuperación del material reciclado, estamos aportando al saneamiento ambiental y contribuyendo a bajar los niveles de contaminación producidos por estos desechos”, afirma la presidenta de ARO, María Eugenia Torres.
Pero los beneficios de esta iniciativa, en la que también colaboran organizaciones como la Fundación Pachamama, no se limitan solo a aumentar el volumen de desechos. Palmira nos cuenta que desde entonces están logrando acabar con los intermediarios, consiguiendo de esta forma aumentar el precio de los materiales reciclados. “Hemos podido incrementar en un 50 por ciento el valor del cartón y casi en un 100 por ciento el del papel, y para el plástico tenemos también mercado”, asegura.
El proceso de recolección se realiza en tres turnos diarios, mañana, tarde y noche, con el apoyo de un tractor de arrastre, que llaman “canguro”, y cuatro “triciclos”, con los que el personal de ARO recorre Orellana. “Tenemos un registro donde anotamos los lugares donde recogemos”, cuenta Digna, a la sazón vicepresidenta de la asociación. “Yo estoy feliz porque esto nos está dando bastantes resultados”, añade sin poder esconder su satisfacción por el trabajo bien hecho.
Mientras continúan con su campaña de sensibilización, ya han empezado a repartir por la ciudad cerca de 30.000 cubos de basura diferenciados para que la gente pueda clasificar sus desechos, y también han logrado que el ayuntamiento de Orellana les haya cedido cinco hectáreas de terreno municipal para disponer de un centro de acopio más grande donde esperan reciclar todo el material inorgánico. “Vamos a contratar a seis personas más, estamos incrementando la mano de obra”, añade Palmira.
Como buenas emprendedoras que son, Digna y su gente ya están pensando en cómo seguir avanzando, y uno de los primeros objetivos que se proponen más a corto plazo es lograr un permiso ambiental de las autoridades para poder transportar parte del material reciclado desde Orellana a la capital. “Estamos buscando que las empresas nos compren aquí, pero en el futuro queremos llevarlo hasta Quito”, cuenta Palmira orgullosa de una actividad que, según recuerda, “no genera contaminación”.
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